El sentir esto me hizo revalorar la lectura no solo como una distracción sino como un reflejo de muchas cosas que vivimos a diario.
Cito pues un fragmento del libro para terminar este pensamiento aleatorio
Si hay algo de mí que no te guste, dímelo con franqueza. Y si puedo corregirlo, lo haré.
—No hay nada que no me guste. —Negué con la cabeza tras reflexionar unos instantes—. Nada.
—¿De verdad?
—Me gusta la ropa que llevas, me gusta lo que haces, lo que dices, cómo andas, cómo te emborrachas. Todo.
—¿Te gusta como soy?
—No sé cómo cambiarías, así que ya me va bien como eres.
—¿Cuánto te gusto?
—Como para convertir en mantequilla todos los tigres de las junglas del mundo entero.
—¡Ah! —Midori parecía satisfecha—. ¿Me abrazas otra vez?